El Alemanote – Soutomaior

Cuentan los ancianos del lugar que, hace muchos años, en las tierras profundas del sur de Galicia, llegó un hombre alto y serio, de habla extraña y mirada profunda como el invierno. Venía de lejos, de Heidelberg, en Alemania, y fue acogido por los señores del Castillo de Soutomaior para instruir a su sobrino en las artes del saber.

Pero aquel hombre no traía solo libros y conocimientos… también traía un secreto.

Dice la leyenda que, en los oscuros sótanos del castillo, el forastero construyó un laboratorio oculto, donde, día y noche, trabajaba entre humo y fórmulas. Buscaba, dicen, un arma poderosa, capaz de cambiar el destino de la Gran Guerra que asolaba Europa. Pero el destino le jugó una mala pasada: un día, en una cabalgata, cayó del caballo y murió sin poder terminar su terrible invento.

No tardó en saberse que algo extraño había quedado en aquel castillo.

Desde entonces, en los corredores húmedos y en las noches sin luna, se oía un latido ahogado, pasos que no eran de vivos, murmullos que venían de lo más profundo. Era el espíritu del Alemanote, que no encontraba descanso. Vagaba por los cuartos, buscando a alguien que terminara lo que él no pudo: destruir su obra, borrar de la tierra la fórmula maldita.

Y fue un periodista, huésped del castillo por cortesía de la marquesa María Vinyals y del doctor Lluria, quien vio al espectro. Dicen que le habló, con su acento extraño y su mirada de alma perdida. Le contó el secreto y le suplicó que quemara la fórmula. El periodista, con mano temblorosa, la arrojó a la chimenea, donde ardió entre chispas y ramas, liberando así el espíritu del Alemanote.

Desde entonces, el castillo quedó en paz… o casi.

Aún hoy, quien pasea por los jardines o se detiene junto a las viejas piedras, puede sentir un frío que no viene del viento, o un murmullo que parece voz. Porque en las tierras de Soutomaior, donde el tiempo se detiene, la leyenda del Alemanote sigue viva, susurrada por quien sabe escuchar.

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