El carballo de San Bieito – Salceda de Caselas

Hace muchos años, en la parroquia de Salceda, existía una hermosa finca llamada el pazo de Pegullal, un lugar que aún hoy se mantiene en pie, envuelto en historia y silencio. Justo al lado de la casa grande crece un roble imponente, tan viejo como sabio, al que la gente del lugar llama el Roble de San Benito. Tiene más de doscientos años sobre sus ramas, y nadie, absolutamente nadie, se atreve a cortarlo, ni siquiera a arrancarle una hoja. No solo por respeto, sino también por miedo. Porque cuenta la leyenda que quien lo intente, paga un alto precio.

Dicen que hace mucho tiempo, uno de los señores del pazo escuchó un rumor que le hizo brillar los ojos de codicia: bajo las raíces de aquel roble estaba enterrado un tesoro, guardado por los antiguos nobles que habían fundado el Pegullal. Tesoro de oro, dicen unos; de joyas, dicen otros. Pero él, que no era hombre de dejar pasar una oportunidad, decidió ir él mismo en busca de su recompensa.

Así que, sin miedo ni reparo, tomó un hacha y se acercó al roble con la intención de cortarlo. Pero, apenas hizo el primer intento, algo comenzó a cambiar en su cuerpo. De su garganta, como si se tratase de un castigo divino, empezaron a brotar llagas y verrugas, heridas que le impedían hablar y casi respirar. Pensó que moriría allí mismo, bajo la sombra del árbol que había intentado profanar.

Desesperado, cayó de rodillas e hizo una promesa: si San Benito lo curaba, él le construiría una capilla en señal de devoción. Y dicen que el santo escuchó.

El señor del Pegullal sanó, y cumplió su palabra. Así fue como, junto al viejo roble, levantó la capilla de San Benito, que aún hoy se conserva. La finca sigue siendo privada, pero la devoción popular es tan profunda que cada año, en marzo y en julio, los propietarios abren las puertas de la capilla para celebrar la novena del santo, manteniendo viva la leyenda y el respeto por el misterioso roble.

Porque todos en Salceda saben que hay cosas que no deben tocarse, y que algunos árboles guardan más que hojas entre sus raíces…

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